Inhalé, exhalé, inhalé, exhalé,
vino mi mamá y me desperté,
¡oh! Qué tragedia cuando me paré,
estaba embarado y muy cansado,
ir a Áfricam me iba a dejar desesperado.
Me vestí, no comí,
me aguanté las ganas de hacer pipí;
Llegamos a la escuela
y un chicle se pegó en mi suela.
Al fin llegó el camión,
los escuincles salieron de montón en montón,
nos subimos y cantamos,
llegamos a Áfricam y nos paramos;
nos volvimos a sentar,
por fin vamos a entrar.
Un señor en la puerta me había asustado,
¡uy! Con razón, era un brujo africano;
cuando entramos los changos se nos treparon,
luego se bajaron y ahí comenzamos:
Había animales de distintas especies
traídas de África hace pocos meses,
esos animales no eran peligrosos
hasta que llegamos a la zona de los osos,
los tigres y leones me daban pavor,
¡Gracias a Dios no se paró el camión!
Paramos un rato para descansar
ya que el siguiente tramo lo teníamos que caminar.
Después se me enterró una astilla en la uña
y todos se burlaron diciendo “Qué bueno, es la tuya”,
ahora llegamos a la zona de murciélagos
traídos de un señor que se llamaba Archipiélago.
Después llegamos al ‘mariposario’
que más bien parecía un “orugario”,
ya íbamos a regresar, yo ya me quería ir,
y como todas las historias, termina en: FIN.
Septiembre 2000
SAG
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